El derecho a la ventana
El que vive en una casa debe tener derecho a asomarse a su ventana y a diseñar como le apetezca todo el trozo de muro exterior que pueda alcanzar con el brazo. Así será evidente para todo el mundo desde la lejanía que allí vive una persona.
Seckau, 1958.
Nos asfixiamos en las ciudades a causa de la contaminación atmosférica y la falta de oxígeno.
La vegetación que nos permite vivir y respirar está siendo destruida sistemáticamente.
Nuestra existencia está perdiendo dignidad.
Pasamos por delante de fachadas grises y estériles, sin darnos cuenta que estamos condenados a vivir en celdas de cárcel.
Si queremos sobrevivir, todos tenemos que actuar.
Cada uno de nosotros debe diseñar su propio ambiente.
No puedes quedarse esperando a que las autoridades te concedan el permiso.
Los muros exteriores te pertenecen tanto como tu ropa y el interior de tu casa.
Cualquier clase de diseño personal es mejor que la esteril muerte.
Tienes derecho a diseñar a tu gusto tus ventanas y los muros exteriores, hasta lo que alcanze tu brazo.
Hay que ignorar los reglamententos que prohibien o restringen este derecho.
Es tu deber ayudar a la vegetación a conseguir sus derechos con todos los medios a tu alcance.
La naturaleza debe crecer libremente donde cae la lluvia y la nieve; lo que está blanco en invierno, debe ser verde en verano.
Todo lo que se extiende en horizontal bajo el cielo, pertenece a la naturaleza. En las carreteras y los tejados deben plantearse árboles.
Hay que conseguir que se pueda respirar de nuevo el aire del bosque en la ciudad.
La relación entre el hombre y el árbol tiene que adquirir proporciones religiosas.
Así, la gente entenderá por fin la frase: la línea recta es atea.
Dusseldorf, 27 de febrero 1972.
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